lunes, 31 de marzo de 2014

Miguel Hernández

   No sé si podría decir que es el poeta que más me gusta, pero sin duda puedo decir que es mi poeta preferido. El que más me hace sentir, aunque ese sentimiento sea de una gran pena.
   Su poesia entró en mi vida gracias a mis padres que, sin ese cuidado a veces excesivo que tenemos ahora con los niños, me cantaban la "Nana de la cebolla".
   Lloraba entonces y lloro aun  hoy cuando la escucho. Mis padres me explicaban, como se puede explicar a una niña pequeña, que era la canción de un padre encerrado en la carcel por luchar contra las injusticias, cantaba a su hijo al que sabía que no iba a conocer. Me contaban, como el que cuenta un cuento, que cuando España sufría, la gente solo podía comer cebollas por eso, las madres que amamantaban a sus hijos solo tenían leche de cebolla. Y que de todo esto, de esa lucha, de esa hambre y de esa leche de cebola, salió una generación con ganas y fuerzas para cambiarlo todo, una generación a la que no habían logrado robar la risa, una risa que da alas y que en algunos casos su risa fue su espada. A mi madre no le preocupaba que yo llorara escuchando esta nana, no me protegía de las lagrimas que surgen de la empatía y de la solidaridad, porque sabía que esas lagrimas eran las que me enseñaban a ser persona. Y así, entre Miguel Hernández y "El lobito bueno" de Goytisolo (cantado por Paco Ibañez desde París) me educaron en valores al margen de los colores políticos.
  Como elegir una poesía de Miguel Hernández por su belleza me resultaba casi imposible - solo una... Cuando hay tantas tan gandes -  he decidido contaros esto y elegir esta, porque esta poesía me hace ser quien soy hoy.



lunes, 3 de marzo de 2014

Fondón y los mantecados.


   Porque no importa la lluvia si estás con las personas que te hacen feliz y porque a veces unos buenos nubarrones son un regalo de la naturaleza, por eso y por más nos lanzamos a disfrutar del mundo una polaca, una poloca y una almeriense. A disfrutar del cielo encapotado!!!


   Y paseando sin rumbo fijo llegamos a Fondón. Fondón, ese pueblo conocidísimo por todos los almerienses por su vino y sus mantecados! Solo por la calidad de sus podructos debía ser Patrimonio de la Humanidad! WoW! Qué mantecados!!! Viva CAMP!


    Pero cuando llegamos encontramos mucho más que dulces. Encontamos un pueblito minero, cautivador, con ese encanto especial que tiene la Alpujarra Almeriense, que si bien no es perfecta, ni el pueblo es el más bonito de la zona, merece la pena visitarlo.



   Para mi gusto, todos nuestros pueblos alpujarreños mejorarían con un poco de más de cuidado o un pequeño lavado de cara. Cosas tan sencillas como igualar los colores de las casas o mantener algunas de sus calles peatonales haría más atrayente este y otros pueblos para los turistas, en ese sentido la Alpujarra Granadina, la Axarquía o los pueblos Blancos de Cádiz nos llevan ventaja... Pero tambien es cierto que nuestros pueblos aun mantienen la esencia de lo autentico, ese "algo" de la vida real que otros pueblos han vendido a cambio de autobuses llenos de turistas.
   Además lo importante lo tenemos, la materia prima! El pueblo es precioso, encantador y sobre todo auténtico, el pueblo tiene vida y pequeños detalles que le hacen ser diferente. Tiene orgullo y fuerza. Un rinconcito de esos que no pillan "de camino" de nada, ideal para perderse con la naturaleza, entre vides y almendros. De esos sitios con olor a chimenea donde no importa que llueva.