jueves, 19 de febrero de 2015

Agua

  Definitivamente, nunca se me han dado bien los finales. Me aferro a mis sentimientos y a mi corazón ingnorando a veces lo que mi cabeza me dice. Y es que cuando soy cereblal lo soy al máximo, pero cuando soy sentimiento también lo soy al máximo. Y eso es un error.
  Me empeño en nadar contracorriente, en no hacer caso a los sabios y en pensar que yo puedo cambiar el mundo, que las cosas que valen para los demás no valen para mí. Y eso no es cierto.
   Todos me decían que no intentara ser amiga de gente por la que siento, que eso no puede terminar bien, que siempre sufre alguien. Y yo, como cualquier adicta, decía "no os preocupeis, yo controlo". Pero, como cualquier adicta, me equivocaba. Me equivoco.
  Lo he intentado con dos personas. Con una sufro yo, con la otra sufre él. En una yo soy la adicta, en otra yo soy la droga. Ninguna de las dos relaciones me vale.
  Yo me volví adicta hace ya muchos años a la felicidad instantanea que me da una persona que no me quiere. Y aunque sé que a la larga siempre sufro y me he intentando desenganchar varias veces, nunca soy lo suficientemente fuerte para desengancharme totalmente, y al final siempre vuelvo a caer hasta las orejas. Entonces es cuando me doy cuenta de que todo es falso, de que no me quiere, de que nunca me ha querido y de que nunca me querrá. Y aquí es donde llega el sufrimiento, la cara B de todas las drogas.
Pero en la ceguera de mi adicción lo veo tan claro... Veo las sonrisas, veo el deseo, veo la pasión, veo la compenetración, veo el día a día... Y me parece tan obvio que no entiendo que él no lo vea, que no lo sienta. Pero claro, no hay nada que ver. Es lo que hay. La realidad no entiende de visiones. La realidad es que yo me he ofrecido por completo, que yo le ofrecido mi vida y mi futuro con él y para los dos, le he dado lo más que se puede dar, todo, una vida. Pero no la quiere, no me quiere. Esa es la realidad que hay tras el deseo y tras los buenos momentos del día a día.
  Y claro, salvando las distancias, (salvandolas a millones!) vivo lo contrario. Como el que es mi amigo, al que protejo como a un niño, no puede entender que exista el cariño sin mas sentimiento que ese. Confunde mis caricias con deseo y mis sonrisas con futuro. Y no. Se complica buscando sentidos imposibles a mis palabras y buscando sombras en la sencillez. Me ofrece intentarlo, me ofrece sus defectos para ser mejor persona y sus cualidades para que las disfrute. Pero no las quiero. No lo quiero.

   Ambas relaciones me pesan, pero creo necesitar a ambas personas en mi vida. Con ambas relaciones sufro a la larga y disfruto de los momentos.  Con ambas relaciones tendría que tomar una decisión obvia, pero tomarla me duele. Y ambas relaciones las vivo en silencio, sin compartirlas, como los drogadictos esconden sus drogas y también soy escondida por ambos. Algo que no entiendo, sobre todo en el primer caso, y a la vez es otra causa de dolor silencioso.
Y no me dejan avanzar.
 
   Que hacer? Agua.